Las brujas, bueno, qué no se puede decir. Si bien el término "bruja" desde el siglo XX ha sido reivindicado por sectas ocultistas y religiones neopaganas, para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica (magia negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los adeptos de una determinada religión. Las principales características de la bruja, según los teóricos del tema en los siglos XV, XVI y XVII, eran las siguientes:
- el vuelo en palos, animales, demonios o con ayuda de ungüentos,
- encuentros nocturnos con el Diablo y otras brujas en el sabbat o aquelarre,
- pactos con el Diablo,
- sexo con demonios (en forma de íncubos y súcubos) y
- la magia negra.
Se atribuía a los acusados de brujería un pacto con el Diablo. Se creía que al concluir el pacto, el Diablo marcaba el cuerpo de la bruja, y que una inspección detenida del mismo podía permitir su identificación como hechicera. Mediante el pacto, la bruja se comprometía a rendir culto al Diablo a cambio de la adquisición de algunos poderes sobrenaturales, entre los que estaba la capacidad de causar maleficios de diferentes tipos, que podían afectar tanto a las personas como a elementos de la naturaleza; en numerosas ocasiones, junto a estos supuestos poderes se consideraba también a las brujas capaces de volar (en palos, animales, demonios o con ayuda de ungüentos), e incluso el de transformarse en animales (preferentemente lobos).
Tradicionalmente se asocia la imagen de la bruja a una mujer anciana, fea y especialmente desagradable. Sin embargo, se creía que entre sus poderes estaba el de poder modificar su aspecto a voluntad, mostrándose como una joven hermosa y deseable. La bruja utilizaría esta apariencia para seducir a los hombres y llevarlos a la perdición.
No hay muchas películas de miedo con ellas pero la más típica bruja es la malvada bruja del oeste de la película “el mago de Oz”. ¿Por qué será que a las mujeres nos hacen ver malas y a la vez viejas?
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